En unas cuantas preguntas hemos podido hacer un recorrido sumarísimo por algunos de los interrogantes clave de la humanidad, desde la prehistoria hasta nuestros días (que así se decía cuando, en edad de estudios obligatorios, llegábamos a la última parte de la Historia: la Edad Contemporánea. Después he oído que se pretendió incluir una quinta edad, que no tiene nada que ver con la tercera edad a la que algunos nos vamos acercando resignadamente, esa es otra historia; y que se pretendieron algunos nombres para distinguirla: que si la Edad Novísima, que si la Edad Espacial… La verdad es que no sé en qué quedó la cosa, y mucho me temo que, a estas alturas, eso no le importe a casi nadie. Los que dominan el mundo no necesitan tantas historias y lo que necesitan lo cogen y ya está).
Pongámonos, al hilo de lo que se viene refiriendo en las anteriores entradas, en la historia que pudo ser y no fue o, si se prefiere, en la historia que es y pudo no haber sido. Pongámonos, como ejemplo, en la historia de la utilización especializada del dedo pulgar. Utilización incomprensiblemente estancada durante milenios, en cadalso para el sacrificio de parásitos insectos; hasta que, finalmente, después de absurda espera, se llegara a la especialización superior, sin historias y sin tediosas clases teóricas; a la capacidad de escribir mensajes de texto que permiten mantenernos, de manera virtual, lo suficientemente cercanos y, a la vez, alejados, de hecho, unos de otros, ensimismados, en nuestras modernas, individuales y confortables cavernas.
Ahí quería llegar yo. A nuestras virtuales cavernas. Esas que mantienen nuestra zona de confort, y de privilegio, a salvo de intromisiones de la dura realidad. Desde las que podemos evadirnos por completo o, si lo preferimos, abrir ventanas para poder ver, desde la barrera, como se juegan la vida los que carecen de todo y solo les queda eso; lo que se juegan. Desde ellas podemos compartir, virtualmente, desde soledades y malestar hasta capacidades especiales e incluso sueños.
Lo virtual es tan poderoso en nuestras cavernas que puede eclipsar, si es que no ha sustituido ya, a lo real. Y puede darse el caso de que estemos viviendo, por una cuota mensual insignificante, en una falsa realidad de la que nunca querremos salir por muy mal que nos sintamos anímicamente. Y puede suceder que defendamos siempre a quien nos garantice que vamos a poder continuar gestionando, en nuestra propia caverna, nuestra triste realidad.
El camino está bien diseñado. Si quieres lo tomas y si no… te atienes a las consecuencias. Esa es la nueva ley que es copia de la más antigua. Igual que aquella que te exigía no salirte del camino señalado porque, de producirse desviación en lo más mínimo, serías castigado a no alcanzar la felicidad de un privilegiado destino final y eterno.
Lo que ocurre ahora es que el destino ya lo tienes; tu preciada caverna, y el castigo, de existir desviación, no se aplaza para después; el castigo es inmediato, aquí y ahora, porque serás expulsado de tu caverna y ya no podrás abrir ninguna ventana para contemplar, desde lejos, la dura realidad: ¡formarás parte de ella!
(exclusión… mendigo… mafia… valla… opresión… ilegal… traba… guerra… cuchilla… refugiado… emigrante… rechazado… paro… desprecio… inhumano… miseria… cárcel… desahucio… explotación… patera…)
A veces la encrucijada histórica sobreviene irresistible y nos agita y nos provoca…
Entonces hay que elegir: ¿Pastilla azul o pastilla roja?
Siempre quedará la opción de dejar que otros decidan… o empezar a dar pasos por un camino inexistente.